17. Trastornos de la conducta alimentaria


 

Si recogemos de nuevo el tema tratado en el post anterior acerca del programa educativo de O Pelouro, hay que enfocar la diversidad como eje vehicular de nuestras propuestas educativas. Aspirar a encontrarnos con una clase homogénea donde todos tengan un contexto socioeconómico medio y con un entorno que te apoya y donde tú te sientes respetado es un chollo. Sin embargo, hablar de enriquecimiento nos dirige a hablar de la diversidad de la discapacidad. En el anterior, ya hablé de su importancia, así que no me voy a detener más, aunque se podría hablar de este tema en un largo número de entradas. Con diversidad funcional se hace referencia a una variedad casi infinita de ejemplos. El trastorno de la conducta alimentaria es uno de ellos. 

Los TCA (Trastornos de la conducta alimentaria) son enfermedades mentales relacionadas con la alteración de los hábitos alimenticios. Hay distintos comportamientos, desde la ingesta descontrolada de alimentos a la falta de ella. Los trastornos más frecuentes son la Anorexia y la Bulimia nerviosa, el trastorno por atracones y el Trastorno evitativo/ restrictivo. Son muchas las causas y cada individuo es un mundo. 

Durante la etapa de Secundaria, como ya hemos visto, el alumnado se enfrenta a un Cambio en mayúsculas y a una etapa de vulnerabilidad, inseguridad y presión social. La preadolescencia y la adolescencia son dos etapas donde el ser humano no sabe cómo gestionar las herramientas que se le están ofreciendo. Con respecto a los TCA, se refuerzan estas conductas con la presión de las redes sociales. Desde estas plataformas, se potencia las imágenes desfiguradas que ya explotaba la publicidad. Los retoques, los filtros, realidad maquillada, son elementos que conviven en el día a día de los más jóvenes y les afectan directamente. Asimismo, los mensajes enfocados siempre en el aspecto físico de las personas hacen que no se tenga una buena relación con la comida. El modelo estético de delgadez, sin lugar a dudas, no ayuda a frenarlo. 

Por tanto, es fundamental que desde los centros escolares se organicen redes de prevención y seguridad. No solo hay que crear campañas de prevención, sino un espacio seguro donde los alumnos puedan pedir ayuda si se encuentran en esta situación. Además, las familias tienen un rol fundamental en la detección de estos casos. Son ellos quienes pueden dar la voz de alarma. No hay que juzgar, sino saber escuchar y dar confianza para que esas personas puedan sentirse cómodas. Quiero hacer hincapié que los educadores no pueden girar la cara y hacer cómo que no lo ven, debemos estar pendientes de conductas atípicas y también de apoyarles desde nuestra situación a través de actividades donde se practique la motivación, las inteligencias emocionales, la autoestima, el autoconcepto...


Comentarios

Entradas populares